Antes de principios de los años 1990, el paisaje del noroeste de Inglaterra estaba dominado por las chimeneas de más de mil fábricas, la mayoría de plantas textiles surgidas en el auge de la revolución industrial del siglo 19.
Fue una época en la que las primeras máquinas a vapor multiplicaron la generación de bienes y fortunas. Primero en Inglaterra; después, en el resto de Europa, en Estados Unidos y en otras partes del mundo.
En su apogeo, Oldham, localizada en el área metropolitana de Manchester, fue uno de los lugares más dinámicos de la Tierra, conectado al resto del mundo por ferrocarriles que llegaban al puerto de Liverpool.
Actualmente, la ciudad de 100 mil habitantes parece un museo. Sobraron pocas chimeneas y, sumidas en la decadencia, cientos de pequeñas casas de oscuros ladrillos que albergaban a los obreros del pasado.
Arriba, edificio en ruinas del telar Hartford, inaugurado en 1907 en Oldham, en el noroeste de Inglaterra; abajo, edificio abandonado de una compañía de seguros en el centro de Oldham
En Union Street, una de las calles principales, el punto más concurrido hay un centro para desempleados. Es allí donde Brian Melling, de 65 años, busca trabajo desde hace cuatro años.
Exconductor de camiones, su vida económica disminuyó junto a las industrias de Oldham, afectadas por una globalización que encontró salarios más bajos en Asia y expulsó a la gente joven e instruida que emigró hacia las grandes ciudades.
Antes, Melling podía, como dice, "tener motocicleta, fumar, beber y hacer lo que quisiera. Y conseguía ahorrar dinero".
Hoy, vive en un inmueble prácticamente subsidiado por una fundación privada y pasa los días con las 73 libras a la semana del seguro de desempleo. Para ahorrar, come enlatados de baja calidad, refrigerios fríos, frutas y mucho té.
Melling y las personas de su región fueron en su mayoría responsables de la aprobación del brexit en 2016. En una victoria apacible, el 51,9% de los que votaron en el referéndum optaron por salir de la Unión Europea y reconquistar la opción de cerrar el Reino Unido a la inmigración y productos extranjeros.
En Oldham, no sólo más personas votaron en el referéndum como el apoyo al brexit alcanzó el 61%, índice que se repitió en todo el área metropolitana de Manchester. Ya en el área metropolitana de Londres, más dinámica y cosmopolita, ocurrió lo contrario: el 60% votó por la permanencia.
El camionero desempleado Brian Melling vive con las 73 libras semanales de su seguro de desempleo y reside en un inmueble subsidiado en Oldham, Inglaterra
"He votado a favor del brexit porque estábamos mejor antes de la llegada del mercado común. Empobrecimos mucho y todos nos han tratado muy mal", dice Melling.
En su opinión, el radicalismo en Europa se está alimentando de un sentimiento parecido al suyo.
"Mira los "gilets jaunes" (chalecos amarillos) en Francia. La gente ha dicho basta".
Para David Soskice, coordinador del International Inequalities Institute, en Londres, mientras que a los residentes de los grandes centros urbanos les ha ido mejor por tener mejor educación y globalizados, los del interior pierden renta y status.
Esto explicaría tanto el brexit como Donald Trump en Estados Unidos, donde estados empobrecidos del medio-oeste garantizaron la victoria del republicano.
Pero el principal motor del radicalismo y del populismo, sobre todo en Occidente, sería el empobrecimiento de la clase media. Un resultado de la mezcla de globalización, avances tecnológicos, mejor educación concentrada en el vértice de la pirámide y la financiación del capital en detrimento de la producción física que genera empleos.
Cada vez más lejos de los ricos arriba, es la clase media que opta por partidos euroescépticos, anti-inmigración y de extrema derecha para conseguir soluciones.
"Son personas a las que les preocupa caer en el pozo de la pobreza, o sus hijos. Ellas votan con estoo en la cabeza", dice Soskice.
Fue ese tipo de decadencia personal la que llevó a Mark Hodgkinson, de 58 años, a marchar recientemente durante 14 días y 450 km en defensa del brexit, desde el interior de Inglaterra hasta el Parlamento de Londres.
Vecino de Rochdale, al norte de Manchester, el vendedor de productos on line vio a sus dos hijos y los de amigos marcharse a ciudades más grandes, como Londres, detrás de las oportunidades.
"Hace 20 años había mucho trabajo aquí. Hoy, los jóvenes no tienen oportunidades", dice.
El economista Branko Milanovic, autor de "Global Inequality", dice que lo que existe hoy es un "voto de protesta" contra la falta de programas coherentes para detener la reducción de la clase media.
Según Milanovic, el fenómeno se ha vuelto estructural y podrá, en el futuro próximo, eliminar el "principal motor" del crecimiento económico.
"Para dar un ejemplo extremo, habría demanda por un automóvil Maserati, a un lado, y una inmensa demanda de arroz y pan, al otro. Esto no significa que no habrá crecimiento, pero será de un tipo diferente".
Para Martin Wolf, comentarista del diario británico Financial Times, respuestas como el brexit, Trump y otros radicalismos "no harán nada para resolver el problema".
"En realidad, esto sólo va a empeorar las cosas, alentando a personas a culpar a algún otro grupo, muchas veces más vulnerable", dice Wolf, haciendo referencia a la inmigración.
No obstante, entre todas las regiones del mundo, es en Europa Occidental donde la desigualdad de ingresos aún crece más lentamente, aunque también ha experimentado una curva ascendente desde los años 1980 -sobre todo por la creciente acumulación en la cúspide.
En el Reino Unido, el 1% más rico dobló la participación de la renta nacional durante ese período y hoy se apropia de cerca del 12% del total, según el Informe de la Desigualdad Global, del equipo del economista Thomas Piketty, de la Escuela de Economía de París.
Por debajo del vértice, sin embargo, 500 mil británicos cayeron en los últimos cinco años y actualmente viven con una renta mensual inferior al 60% de la media nacional.
En la actualidad son 4 millones de trabajadores (1 de cada 8) con un ingreso mensual inferior a 1.100 libras, lo que los clasifica como pobres, según la Fundación Joseph Rowntree a partir de uno de los criterios de la Unión Europea.
Este empobrecimiento coincidió con recortes en Reino Unido, de más de 30.000 millones de libras de beneficios sociales, desde 2010.
Esto contribuyó a duplicar, por ejemplo, la búsqueda entre los británicos de bancos de alimentos a partir de 2013.
"En 2018, ayudamos a casi 8.000 personas. Hace siete años, cuando empezamos, eran cien", dice Lisa Leunig, 52, jefe del Food Bank de Oldham.
En todo el Reino Unido, se distribuyeron 1,4 millones de esas cestas montadas con donaciones sólo el año pasado, casi el doble si se compara con cinco años atrás.
Cuando Folha visitó el Food Bank de Oldham, Katherine Storor, de 33 años, estaba allí con su hijo. Exempleada de una fábrica de tejidos que cerró, y trabajando ahora en una tienda con un salario de 250 libras por semana, ella recurre al sistema en situaciones de emergencias.
Katherine vive con su madre porque no puede alquilar una casa en la ciudad por menos de 600 libras al mes.
Una mujer pide limosna en el puente Canary Wharf, un área que reúne a bancos y compañías en Londres; En varias partes de la capital inglesa y en París, en Francia, grupos de personas sin hogar viven en tiendas de campaña
Al otro lado del canal de la Mancha, Francia vive una historia parecida.
En los últimos diez años, cerca de 630 mil personas se han visto sumidas en la pobreza, muchas de ellas procedentes de la clase media. Se consideran ahora pobres 5 millones de personas, o el 8% de la población, según el Observatorio de las Desigualdades.
El organismo considera pobre a los que viven con menos de la mitad del salario medio francés, o cerca de 855 euros (el equivalente al alquiler de un apartamento de 20 m² en París).
Utilizando la misma regla que Reino Unido (menos del 60% de la renta media), los pobres en Francia son 8,8 millones, o el 14% de la población.
En la última década, el total de personas atendidas por programas asistenciales de alimentación prácticamente se duplicó en el país, pasando a 4,8 millones.
Aunque Francia todavía presenta niveles de pobreza equivalentes a la mitad de la media europea, su aumento está rompiendo una histórica tendencia a la baja.
Según el Informe de la Desigualdad Global, después de los "gloriosos 30 años" (1950-1983) que aumentaron la renta media del 99% de la población en un 200% (y la del 1% más rico en un 109%), se ha producido una reversión.
A partir de ahí, mientras que el crecimiento acumulado de los ingresos de la mitad más pobre fue del 31%, en el décimo más rico aumentó un 49% -y llegó al 98% entre el 1% de los de arriba.
Con salarios y ganancias de capital crecientes, el 10% más rico recibe hoy, de media, 109 mil euros al año. En la mitad más pobre, el valor medio es de 15 mil euros.
Las protestas de los chalecos amarillos en Francia se consideran, en parte, producto de la desigualdad y se originaron, por un lado, por la política de disminución de impuestos de los más ricos, adoptada por el presidente Emmanuel Macron.
Y por otro lado, por el aumento de impuestos sobre combustibles a finales de 2018, cuando las manifestaciones estallaron.
"Cuando la gente vio sus cuentas aumentando y otras se beneficiando, hubo un gran descontento", dice Lucas Chancel, coordinador del Informe de la Desigualdad Global.
La menor imposición sobre los ricos en Francia, cree, sólo aumentará la desigualdad.
La diseñadora Valery Voyér, de 45 años, afirma que se unió a los chalecos amarillos como una protesta contra las desigualdades y la precarización del trabajo en su país.
"Muchos están allí porque la situación es trágica, insostenible. Otros, por solidaridad con los demás", afirma.
Valery Voyér (derecha) dice que se unió a los "chalecos amarillos" para protestar contra la desigualdad en Francia
Valery dice estar obligada a trabajar al menos 50 horas semanales (la jornada oficial en Francia es de 35 horas) para "mantener un cierto nivel".
Como respuesta a las manifestaciones que ya duran más de seis meses, Macron anunció la reducción del impuesto sobre la renta a 15 millones de familias, una ayuda de hasta 1.000 euros para personas de bajos ingresos y la suspensión del cierre de hospitales y escuelas hasta 2022.
En total, el impacto de las medidas sobre el Tesoro francés llega a 17.000 millones de euros.
De cara a los manifestantes cada vez más identificados con políticos nacionalistas, Macron también defendió políticas más duras contra la inmigración, en un intento por aproximarse al grupo cada vez más numerosos de simpatizantes de la derecha francesa.
Pareja mendigando frente a la tienda de artículos de lujo en la avenida Champs Élysées, en París
En este escenario de radicalismo, España sorprendió en abril cuando los socialistas vencieron las elecciones parlamentarias, aunque sin conquistar la mayoría absoluta.
En la misma disputa, sin embargo, se confirmó la entrada en el Parlamento de Vox, la primera agrupación de ultraderecha que llega al Congreso español desde 1979.
"Se está produciendo un reflorecimiento de la derecha. Fruto del paro y de personas que viven de los ingresos irregulares que recuerdan a la prehistoria", dice Joan Babiloni, de 62 años, director de fotografía, y vecino del barrio El Raval, en Barcelona.
Desde la crisis global de 2008-2009, la desigualdad en España ha aumentado, y el 10% más rico se queda hoy con más del 30% de la renta bruta, frente al 26% dividido entre la mitad más pobre.
"La clase media española siempre ha sido de trabajadores o pequeños empresarios con un futuro. Eso se acabó. Ahora, sólo hay miedo entre nosotros, los precarizados", dice Babiloni.
Colaboró Lucas Neves, desde París
Pintada en el centro de Barcelona, España, critica la desigualdad salarial