Quien va a la casa de espectáculos Carnegie Hall o visite el museo Frick Collection en Nueva York, estará ante la materialización de la fortuna de dos de los hombres más ricos que Estados Unidos ha producido.
Pero también del legado de dos de las figuras más odiadas por el movimiento sindical norteamericano y protagonistas de un sangriento episodio de lucha de clases en la región de Pittsburgh, en Pensilvania.
El 6 de julio de 1892, el industrial del acero Andrew Carnegie (1835-1919) y su entonces ejecutivo Henry Frick (1849-1919) enviaron una milicia armada contra trabajadores en huelga en la Carnegie Steel Company, un episodio que pasaría a la historia bajo el nombre de la Batalla de Homestead.
Al final del día, la acción contra el movimiento, que exigía un incremento salarial, se saldó con diez muertos y pasaron 44 años hasta que los sindicatos locales se reorganizaron nuevamente.
En ese intervalo, marcado por la disolución de los movimientos de trabajadores en EEUU, el país asiste a una fuerte concentración de renta.
Fue cuando Carnegie y Frick consiguieron levantar fortunas gracias a las siderúrgicas que hicieron de Pittsburgh la mayor región productora de acero del mundo hasta los años 1970.
Con el paso del tiempo, Pittsburgh ha dado lugar a cientos de empresas de servicios y tecnología. En la mayoría de ellas, los trabajadores jamás tuvieron delante un sindicato.
Estatua que representa a los trabajadores de la fábrica de acero Edgar Thomson (arriba); valla publicitaria a la entrada de Braddock, ciudad vecina a Pittsburgh, en Pensilvania
Pero la primera siderúrgica de Carnegie, Edgar Thomson, ahora parte de la USS Steel, sigue activa desde 1872 en el distrito vecino de Braddock.
La planta emplea actualmente a unos 550 trabajadores, una fracción de los miles de metalúrgicos del pasado de Pittsburgh.
En poco más de medio siglo, la ciudad vio la reducción de su población a la mitad, concretamente a 302 mil personas sin contar vecindades como Braddock, estancada en una profunda decadencia.
"Mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre trabajaron en esa siderúrgica. Toda esta área estaba repleta de familias de clase obrera. Con el declive de la planta, eso terminó", cuenta Isaac Bunn, de 49 años, dueño de la última casa en pie en las cercanías de Edgar Thomson.
Isaac Bunn, dueño de la última casa que queda en pie cerca de Edgar Thomson
Lo que se ve allí no es muy diferente al escenario en otros estados industriales decadentes del llamado "rust belt", como en Michigan y su Detroit, o en áreas de Ohio, Indiana, Iowa o Wisconsin.
En 2016, todos votaron a Donald Trump deseando una América que podría volver a ser "grande de nuevo".
"Trump promete recuperar sectores como el nuestro, y es de ahí que viene el voto. Las tarifas de importación ayudan a nuestra industria y, como consecuencia, a los trabajadores", dice John Gornall, presidente del sindicato de los siderúrgicos de Braddock.
Todo el entorno de la sede del sindicato y la colina desde donde se ve el humo de Edgar Thomson están repletos de casas e inmuebles comerciales abandonados, que dan a Braddock un aspecto de ciudad fantasma.
Andado por allí, es difícil recordar que se trata del país más rico del mundo.
Pero lo que Braddock y esos estados industriales tienen realmente en común con el resto de Estados Unidos es el estancamiento duradero de la renta del trabajo y el aumento de la desigualdad.
Además de la reducción de la clase media y de su gigantesco endeudamiento, esto ha llevado a una ampliación cada vez más acentuada de la distancia entre los trabajadores estadounidenses y los llamados súper ricos.
En ningún otro país del mundo se produjo una inversión tan chocante de la distribución de la renta como en el Estados Unidos de las últimas décadas.
Este cambio, iniciado en los años 1980 y acelerado en los 1990, coincidió con la fuerte desregulación en el país del mercado financiero que desembocaría años después en la crisis financiera de 2008-2009.
Actualmente, el 1% más rico de Estados Unidos recoge el equivalente a toda la renta que antes se quedaba en la mitad más pobre. Esta, a su vez, vio su participación en el total de ingresos caer casi a la mitad, es decir, al 12,5%.
Mientras los "súper-ricos" florecieron, Estados Unidos convive desde hace casi 40 años en un virtual estancamiento de la renta de su mitad más pobre.
Desde 1980, el valor medio de los rendimientos anuales brutos de este segmento aumentó unos meros US$ 200 (corregidos por la inflación), alcanzando los US$ 16,6 mil al año.
Al mismo tiempo, la renta media anual bruta del 10% más rico se duplicó (a US$ 311 mil) y del 1% en la parte superior, se triplicó (US$ 1,3 millones).
El número 432 de Park Avenue en Manhattan ofrece pisos por US$ 30 millones en el edificio residencial más alto del mundo; Abajo, una escalera apodada "alpinista social" en un nuevo ático de US$ 200 millones en Nueva York
Ya la clase media (el 40% "del medio" entre ricos y pobres), experimentó un aumento de ingresos algo superior al 40%, lo que la empobreció en relación con los estratos más ricos, según datos del Informe de la Desigualdad Global, del equipo del economista francés Thomas Piketty.
El "think tank" Pew Research Center, de Washington, estima que, en ese período, el total de estadounidenses en familias de clase media (con un ingreso medio anual cercano a US$ 78.500) se contrajo pasando del 60% al 50%, y que buena parte de los que han salido de ella han empobrecido.
El investigador Rakesh Kochhar, del Pew Research, cita algunas de las razones para el estancamiento de la renta de los más pobres y la pérdida de relevancia de la clase media: la debilitación de los sindicatos, que han visto el número de afiliados menguar a la mitad desde los años 1980; la contracción del sector industrial; la globalización que se llevó a empresas a otros países; y tecnología y automatización.
Otros estudios resaltan también como motivo más reciente el ascenso de las llamadas empresas "superstars".
En los últimos 20 años, la cuota de mercado dominada por compañías líderes en sus sectores aumentó un 75%. El movimiento habría reducido sustancialmente no sólo la competencia empresarial, sino también los salarios de los trabajadores.
Para el economista Branko Milanovic, uno de los mayores expertos en el tema hoy en día, el término "desigualdad" comienza a tornarse casi obsoleto ante lo que ocurre en cuanto a distribución de la renta en Estados Unidos y en la mayoría de los países, sobre todo en Occidente.
"La palabra más adecuada hoy es polarización entre pobres y ricos", dice Milanovic.
"Y es común que la gente se pregunte cuál es el programa para las clases medias. El hecho es que no hay coherentes y el resultado que tenemos es el llamado voto de protesta."
Terreno abandonado cerca del centro de Pittsburgh, Pensilvania
La desigualdad y el miedo de las clases medias a perder status, según él, estarían determinando cada vez más las elecciones de los votantes. Y casi siempre han desaguado en propuestas y candidaturas en el campo populista.
De los diez estados norteamericanos donde la clase media aún predomina, reuniendo más del 60% de la población, ocho votaron a Trump en 2016, incluyendo Pensilvania. Y ha sido allí, que ya han sido relativamente ricos, donde la decadencia ha sido más aguda.
El vecino de Braddock Lou Berry, de 59 años, dice convivir con varias frustraciones después de haber trabajado toda la vida, por ejemplo. Principalmente debido a su último empleo, en un gran hospital de Pittsburgh, con el que todavía mantiene deudas por culpa de un tratamiento de salud.
Berry dice que actualmente tiene un lugar en el que vivir porque heredó de su madre la casa.
Lou Berry, residente de Braddock, tiene deudas con la empresa de asistencia médica en la que trabajó
"En 1979, cuando aún había muchos empleos vinculados a sindicatos, trabajaba en Westinghouse Electric y ganaba US$ 8 la hora. "Podía comprar lo que quisiera", dice Berry.
"Treinta y cinco años después, mi salario inicial en ese hospital era de US$ 8,50. Muchas veces tuve que elegir entre medicinas o comida.
No lejos de su casa, en otra calle con inmuebles que se caen a pedazos, el policía jubilado Harrold Reichert, de 67 años, cuenta historias parecidas.
"Años atrás teníamos más dinero y parece que rendía más, duraba más. Para mí, llega a ser sorprendente que tantas personas todavía aguanten esto durante tanto tiempo", dice.
Bazar de ropa y objetos usados en Braddock; Centro comercial abandonado en Pensilvania
La visible decadencia en varios estados relevantes y los datos sobre la concentración de la renta llegan a parecer contradictorios en un país con una serie de noticias positivas en la superficie como la salida relativamente rápida de la crisis de 2008-2009, el crecimiento económico y la tasa de crecimiento de paro por debajo del 4%.
Pero ese vigor esconde dos realidades preocupantes.
La primera es que el endeudamiento de las familias norteamericanas nunca ha sido tan elevado, lo que revela una incapacidad crónica de cerrar el mes sin recurrir a préstamos, a pesar del bajo paro.
Las deudas de esas familias llegan a US$ 13,5 billones, un récord histórico y casi US$ 1 billón (más de la mitad del PIB de Brasil) por encima de 2008, cuando la crisis de endeudamiento, sobre todo inmobiliario, explotó.
Según la Fed (el banco central de Estados Unidos), cerca del 40% de los adultos en el país no tiene ahorros para emergencias superiores a US$ 400.
La segunda es que el aumento del PIB en los últimos diez años (25%) es la mitad del período de crecimiento anterior de la misma duración entre 1991 y 2001.
En ambos ciclos, el crecimiento fue impulsado en gran medida por saltos de productividad que no significaron ganancias para los trabajadores, sino concentración de ingresos para altos ejecutivos.
Vista de Braddock com la planta de acero Edgar Thomson en primer plano
Desde mediados de los años 1970, la productividad norteamericana pasó a un 77%, pero el valor medio de la hora trabajada en todos los estratos aumentó sólo un 12%.
Tomando sólo el salario mínimo federal como referencia, este podría valer hoy US$ 20 la hora no US$ 7,25 si hubiera crecido paralelamente al aumento de la productividad.
En el Congreso, los demócratas ahora presionan para que ese valor llegue a US$ 15 hasta 2024, indexando los ingresos nacionales en este mínimo. Pero hay muchas resistencias al proyecto, tanto por parte de empresas como de los republicanos.
Para Kachhar, del Pew Research Center, además de tener sus impactos políticos, el estancamiento de la renta de los más pobres en EEUU ya se ha transformado en una preocupación macroeconómica relevante para medio y largo plazo.
"Una de las consecuencias de la desigualdad al alza es que tiende a generar un crecimiento más lento en el futuro, cuando la demanda general en la economía caiga por la renta concentrada que es destinada a un número cada vez menor de personas", dice el economista.
Otros dos puntos destacados en el Informe de la Desigualdad Global son cruciales: sobre la naturaleza de la concentración de la renta en EEUU y sus implicaciones en el crecimiento.
El estancamiento de los ingresos entre el 50% más pobre no es consecuencia del envejecimiento de la población.
Por el contrario, es entre los más viejos de este grupo que la renta crece más, revelando que los jóvenes, en realidad, están perdiendo ingresos con el paso del tiempo.
Esto no sólo compromete la demanda futura como puede hacer impagable la deuda de créditos estudiantiles del país, considerada por muchos como una nueva bomba de relojería. Actualmente, pasa de los US$ 1,5 billones y afecta a 45 millones de norteamericanos.
Establecimientos cerrados en la calle principal de Braddock, Pensilvania
En la otra punta, entre los más ricos, mientras que las ganancias en las décadas de 1980 y 1990 todavía estaban basadas sobre todo en la renta del trabajo, a partir de los años 2000, el incremento ocurrió principalmente en las ganancias de capital.
Son rentas de negocios y aplicaciones financieras que no necesariamente impactan en la producción de bienes físicos y en el empleo y que contribuyen a acelerar la brecha de la desigualdad.
En lo que los expertos en desigualdad concuerdan es que una de las principales medidas para atacar la desigualdad en EEUU y en otros países sería una imposición más progresiva sobre los ingresos y sobre todo sobre las ganancias de capital.
Pero la tributación norteamericana ha sido cada vez menos progresiva desde la década de 1960 y se ha vuelto aún más favorable a los súper ricos con los recortes de impuestos adoptados por Trump, desde que asumió la Casa Blanca.
"Trump fue elegido con el discurso de que haría la economía trabajar para el 50% de abajo, pero lo que ha hecho va contra sus intereses. El recorte de impuestos para los más ricos deja claro que la desigualdad en EEUU seguirá aumentando", dice Lucas Chancel, coordinador del Informe de la Desigualdad Global.
Entrada de la casa abandonada junto a la planta de acero Edgar Thomson en Pensilvania